Las palabras, cuando las olvidamos, son porque las hablamos. Cuando las palabras son escritas, quedan en la historia, en el recuerdo, de algún perdido que cae en un libro, o en algún rincón lleno de papeles olvidados. Al leerlos, vemos cómo piensan los demás, pero no cómo piensa su idea, sino, como piensa, como piensa su corazón.
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